jueves, 25 de agosto de 2011

El mundo de José María Arguedas.-

Esta entrevista fue realizada en 1965 al escritor José María Arguedas para una revista limeña, por el crítico Tomás G. Escajadillo. 


Conversar con José María Arguedas es muy fácil. Uno no se da cuenta de que este hombre un tanto tímido, que habla pausadamente, que medita con cuidado sus respuestas y se desenvuelve con una increíble sencillez es, junto a Ciro Alegría, el más grande novelista peruano del siglo XX (y una de las voces de mayor vigencia hispanoamericana). 



T. G. E: José María, muchos dicen que Todas las sangres es más importante pero menos hermosa que Los ríos Profundos. 


J. M. A: Yo creo que Todas las Sangres es no sólo más importante que Los Ríos Profundos sino también una novela hermosa. El problema de mi última novela radica en que es más ambiciosa. Por ser una visión mucha más amplia de la realidad, he tenido que crear personajes y mundos que no me son muy familiares. Por ello puede ser cierto que sea menos acabado que Los Ríos Profundos, pero es, en verdad, más bella y trascendente. (Recuerdo, al respecto, las palabras del crítico José Miguel Oviedo, en “El Comercio” del primero de diciembre de 1964: “En fin, entendemos que Todas las Sangres es una obra menos perfecta, menos proporcionada que Los Ríos Profundos, pero muchísimo más importante y decisiva para el autor y para el género en el Perú”). 
Todas las Sangres ha madurado durante largos años. Para poder escribirla fue necesario haber intentado interpretar en Agua la vida de una aldea, en Yawuar Fiesta la de una capital de provincia y en Los Ríos Profundos la vida de un territorio humano y geográfico más vasto y complejo. Sin estas obras no hubiese podido crear Todas las Sangres que, al decir de un crítico (J. M. Oviedo),representa “un vasto cuadro del Perú feudal”. Y siento que mi última novela es más literaria que las anteriores porque en ella lo literario proviene de la faz y el corazón de infinidad de gentes distintas entrabadas en nuestro país en una urdimbre sutil, profunda, a veces terrible, y no solamente de la descripción del llanto y de la mágica maravilla de los ríos y montañas. Desde cualquier punto de vista, Todas las Sangres es para mí, una novela más completa y superior que Los Ríos Profundos. 



T.G.E: José María, tú que eres el niño de Agua y el adolescente de Los Ríos Profundos, ¿eres también, el adulto Rendón Wilka de Todas las Sangres?


J.M.A: (sonríe, duda un poco, y me confía, como quien habla consigo mismo): 
-Oye, sí; pero también soy un poco Don Bruno. 


T.G.A: ¿En lo bueno y en lo malo, José María o solamente en los rasgos positivos? 


(esta pregunta no lo esperaba nuestro entrevistado. Nuevamente sonríe, y me cuenta una historia que es toda una respuesta): 


J.M.A: Yo he sentido, desde pequeño, cierta aversión a la sensualidad. Algo así como Don Bruno en sus momentos de arrepentimiento. Aquel personaje poderoso e inmensamente malvado que presento en el cuento Agua fue sacado de la vida real. Era mi hermanastro mío. No solamente era el amo del pueblo, señor de pistola al cinto, sino también terriblemente mujeriego y sexualmente perverso. Yo era un niño de siete años y este hombre, en más de una oportunidad, tuvo la maldad de obligarme a que lo acompañe en sus andanzas amorosas y a que presencie sus “hazañas”. Recuerdo todo esto con gran nitidez. Quizás estas vivencias me hayan ayudado a perfilar ciertos rasgos (el misticismo, el remordimiento quemante) de Don Bruno. 



T.G.A: ¿En qué corriente de la literatura, tomando en cuenta las denominaciones actuales, crees que puedan ser considerados tus novelas? 


J.M.A: Creo que en la del “realismo mágico”


(Le enseño un ejemplar reciente de la “Revista de la Universidad de México” en que aparece un ensayo de Sebastián Salazar Bondy titulado “Arguedas: La novela social como creación verbal”. Ya lo había leído el novelista. “Me parece muy bueno, me dice. Los críticos (menciona a Escobar, Oviedo, Salazar Bondy), muchas veces, me hacen ver aspectos nuevos de mis propias obras”. Hacemos luego recuerdos de Sebastián del Encuentro de Narradores de Arequipa en donde estuvimos juntos, del fragmento de la novela que leyó aquél. “Iba a ser una gran novela, expresa Arguedas. Claro que se puede publicar ese primer capítulo, que tiene gran unidad, como un relato autónomo”. “! Ese primer capítulo que leyó es muy bueno!”, insiste José María. Luego su mirada se vuelve nuevamente lejana, se tiñe de un tristeza profunda. “!Pobre flaco!”, añade. Y prefiere cambiar de tema).



T.G.A: ¿Qué estas escribiendo ahora? 


J.M.A: Había comenzado otra novela extensa. “Harina mundo”, de la cual tengo escrito ya unos cuatro capítulos. Pero he suspendido el trabajo. Ahora estoy escribiendo vehementemente una novela corta (de no más de 150 páginas) basado en el reciente estudio de un sociólogo, Luis Fabvre, realizado en un pueblo de Huancavelica. La anécdota es, por lo tanto ciento por ciento real.

T.G.A: ¿Has pensado ya en el título? 


J.M.A: No. Todavía no.



Luego tratamos de la literatura hispanoamericana. El primer nombre que cita es Rulfo. Seguidamente menciona a Sábato, a Asturias, a Carpentier. El siglo de las luces lo ha deslumbrado. A Ribeyro y a Vargas Llosa los considera en el grupo de los “grandes”. 


T.G.A: Don Segundo Sombra me impresionó tremendamente cuando lo leí por primera vez. 


(Ahora yo soy el impresionado por una frase de Arguedas): 


J.M.A: El Tungsteno, la novela de César Vallejo, la leí de un solo tirón, solemnemente, de pie, en el antiguo patio de letras de San Marcos. 


T.G.A:Si tuviera que escoger uno de sus cuentos, ¿cuál sería?


...
(No les fácil responder. Lo saco del apuro contándole que en la revista “Letras” de San Marcos se va a publicar un ensayo sobre Warma Kuyay, escrito por una estudiante post-graduada chilena, Paulina Matta de Rodríguez. Sí Warma Kuyay acompaña siempre a José María. Y de este modo, entre recuerdos de sus primeros relatos, hablando de Chile y de sus próximos personajes a quienes estima amigos fraternos, terminamos nuestro diálogo cordial). 







jueves, 4 de agosto de 2011

Sus legados plasmados en libros.-



La producción intelectual de Arguedas es bastante amplia y comprende unos 400 escritos, entre creaciones literarias (novelas y cuentos), traducciones de poesías y cuentos quechuas al español, trabajos monográficos, ensayos y artículos sobre el idioma quechua, la mitología prehispánica, el folclore y la educación popular, entre otros aspectos de la cultura peruana. La circunstancia especial de haberse educado dentro de dos tradiciones culturales, la occidental y la indígena, unido a una delicada sensibilidad, le permitieron comprender y describir como ningún otro intelectual peruano la compleja realidad del indio nativo, con la que se identificó de una manera intensa. En Arguedas, la labor del literato y del etnólogo no está nunca totalmente disociada; incluso, en sus estudios más académicos encontramos el mismo lenguaje lírico que en sus narraciones.
La importancia fundamental de este escritor ha sido reconocida por críticos y colegas peruanos suyos como Mario Vargas Llosa, quien llegó a dedicarle a su obra el libro de ensayos titulado "La utopía arcaica". También Alfredo Bryce Echenique ha colocado las obras de Arguedas entre los libros de su vida. Con el paso de los años, la obra de Arguedas ha venido cobrando mayor relieve, pese a que todavía es poco conocido fuera del Perú.


Novelas y cuentos


Aunque no fue diestro en el manejo de las técnicas narrativas modernas, su literatura (basada especialmente en las descripciones) supo comunicar con gran intensidad la esencia de la cultura y el paisaje andinos.
A continuación, una lista de sus creaciones literarias en prosa: 


1935 - Agua. Colección de cuentos integrada por: Agua, Los escoleros y Warma kuyay. Segundo premio en el concurso internacional promovido por la Revista Americana de Buenos Aires. Traducida al ruso, alemán, francés e inglés por La Literatura Internacional, de Moscú.


Los Ríos Profundos. Lima: Horizonte, 2001
Esta novela de Arguedas es importante, según el crítico Julio Ortega, no sólo "por habernos descubierto un mundo nativo sino también la de revelarnos una nueva literatura, que él iniciaba con esta novela, clausurando por una parte el viejo indigenismo de buena voluntad y comenzando, por otra, nuestra moderna lectura de ese mundo discordante que resultaba ser el más nuestro, el más próximo y propio".



Diamantes y pedernales. Lima: Norma, 2004
Esta selección de textos realizada por Ricardo González Vigil reúne lo mejor de la narrativa breve de uno de los escritores que exploró con maestría la "quechuización! Del español. Afín al mestizaje de nuestras artes plásticas del siglo XVII.




El zorro de arriba y el zorro de abajo. Lima: Horizonte, 1983
El zorro es en muchos sentidos una novela-límite de clasificación difícil. Ultima obra de Arguedas, último producto narrativo del indigenismo teorizado por Mariátegui-Valcárcel, última de la serie de novelas urbanas “sociales” hincada en el Perú en los años cincuenta.




Todas las sangres. Buenos Aires: Losada, 1970
En esta obra, Arguedas nos entrega un cuadro estremecedor de ese Perú hervidero de las más diversas y complejas formas de cultura, paisaje de ásperos contrastes raciales y sociales, que él supo interpretar con exactitud documental pero sin el más mínimo sacrificio para su encendido y hondo lirismo.



El Sexto. Lima: Horizonte, 1980 (6ta. Edición)
Esta novela tiene como escenario la cárcel, el Sexto, escuela del vicio y -extrañamente-, como Arguedas mismo lo sugiere en sus palabras citadas, “escuela de generosidad”. En la cárcel se encuentra lo peor que la sociedad ha elaborado y la esperanza de los que, por cambiarla, lucharon a viva voz y en la acción.




Yawar Fiesta. Lima: Juan Mejía Baca, 1958
Este libro consagró a Arguedas ante la opinión del Perú y del continente. Su tema, fuerte y tierno, cargado de propósito crítico y, al mismo tiempo, sin fanatismo ni apasionamiento, es una epopeya del pueblo indio, al que tan bien conocía el autor.



Canto kechwa. Lima: Horizonte, 2006. 73 p.
Arguedas recoge la rica tradición poética oral de las lenguas andinas y amazónicas que en el pasado siglo logro importantes expresiones. Seguido de un ensayo sobre la capacidad de creación del pueblo indio y mestizo.




Recordemos como José María vivió .-

“Argüedas es el escritor de los encuentros y desencuentros de todas las razas, de todas las lenguas y de todas las patrias del Perú. Pero no es un testigo pasivo, no se limita a fotografiar y a describir, toma partido.”, (Gustavo Gutiérrez, Entre las Calandrias)


Nació el 18 de enero de 1911 en Andahuaylas. Cuando tenía 3 años murió su madre y quedó al cuidado de su abuela. En 1917, su padre se casó con una terrateniente adinerada, quien determinó que el niño viviera con los sirvientes. Arguedas se crió en Puquio y estudió en Abancay, Ica y Lima.

Su vida y su creación se nutrieron de su tierra y del pueblo peruano, especialmente de campesinos, artesanos, músicas y artistas populares. “Recorrí los campos e hice las faenas de los campesinos bajo el infinito amparo de los comuneros quechuas”, contaba. 

En 1928 publica en la revista "Antorcha" de Huancayo. En 1931 ingresa a San Marcos y culmina sus estudios de literatura en 1937, año en que es apresado por sus actividades políticas. 

Se casa en 1939 con Celia Bustamante Vernal. En 1944 le sobreviene una crisis que le impide escribir por 5 años. En 1949 es cesado por comunista. Obtiene el grado de Doctor en Letras en 1963. En 1965 se divorcia y luego, en 1967, se casa con Sybila Arredondo. El 28 de noviembre de 1969 se suicida.